sexta-feira, 5 de abril de 2019

[0617] Sandro Cohen, expressão mexicana vinda dos EUA


Nascido nos Estados Unidos, poeta no México. Poeta e editor.


HASTA LA ORILLA

Los años caen hasta lo azul del fondo.
Me gusta el hecho de que no te cuelgues 
de mi deseo deshilachado y simple.
Me ves como animal, lento y curioso, 
el mono ciego que ejecuta duetos 
de piano solo y cuello de botella, 
cual debe ser en meses de calor.
Estos días muy poco hay por delante, 
y todo se me cuelga por atrás, 
flácida piel y un hueso al aire puro: 
se secará muy pronto desde dentro.
Me da placer sentir tus ojos, ávidos 
y lejanos, tan cerca de mi piélago.
El horizonte está a muchos kilómetros.


LAS COSAS QUE ME RODEAN…

Las cosas que me rodean
—la taza de café, plumas
viejas, alguna inservible—
me dan la seguridad
de saber que aún estoy vivo.
Me gustan mis libros, aunque
sé que jamás los leeré
todos, tal vez unos cuantos.
Los pasaré a mis amigos
jóvenes que no conocen
la dicha de columbrar
los indicios de la meta
tras cuarenta y dos kilómetros,
varios hijos, dos esposas,
corazones incontables
que jamás quise romper.
Decir que soy imperfecto
es poco. Mucho me falta
por hacer, por dar, vivir,
aunque sean veinte minutos.
Esta taza de café
me permite estar en paz
con la idea, por demás
sencilla, de que la vida
es algo que por derecho
—sin excepción— pertenece
a cada ser que respira;
de que las cosas sagradas
nos rodean en todas partes.
Se rompen y se reparan,
tal como nosotros mismos,
por conservar el placer
tan simple, el enorme gusto
de inducir una sonrisa,
el brillo intenso en los ojos
de quienes han comprendido,
por fin, que el dolor no es todo,
que la mejor medicina
es saber que estamos todos
—y que siempre hemos estado—
cual carne de nuestro ser
desde el principio del viaje.


POR SI LO QUIERES

Alguna vez me descubrí pensando
—ya sabes que pensar es peligroso—
e imaginé tus labios en mis labios,
tus manos donde siempre las deseo
cuando cierro los ojos y me pongo
a olvidar el desastre que he creado.
Pero es, después de todo, un buen desastre,
esta maraña dulce en la cabeza,
a la cual vuelvo al menor descuido
solo para buscar a aquel que alguna
vez se creyó inmortal, tan bello y joven,
aunque haya sido en sueños y poesía.
La vida es buena, pues me ha dado tanto
que a veces de creerlo soy incapaz.
He sembrado, apuntado unas palabras
que luego olvido, pero engendran hijos
y lo recuerdo todo, con un peso
que resulta difícil de cargar.
E imaginé tus labios en mi cuerpo,
en todas partes de mi cuerpo laso,
en los trazos profundos del desastre
que reúno con celo y con amor.
Después de todo es un desastre bueno.
Y ahora es tuyo también, por si lo quieres.

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